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viernes, 22 de junio de 2018

🐉🍯

Ayer viajé a tierras lejanas. Volé hasta donde aún no había nunca alcanzado a llegar mi vista. Mis alas tiritaban, ya, de cansancio.
Decidí descansar en la cima de un pequeño monte.
Al este, el sol empezaba a mostrarse. Me recogí cerrando los ojos al alba.
Al despertar y desperezarme. Noté el libiano tacto de una pequeña mano sobre mi garra. Asombrado vi a una pequeña muchacha de ojos color miel mirarme con asombro. Debía ser el primer dragón al que veía. Pero lejos de asustarse, más se acercó. Yo reculé y entonces ella habló:
-Eres una criatura fantástica. Nunca había visto un dragón tan de cerca. No voy a hacerte daño. No te alejes.
-¿Daño? -Le contesté-¿Qué daño puedes hacerme tú, pequeña? -me reí.
Pero ella no se movió, ni pestañeó.
-A veces el dolor que más duele no es físico, Dragón de ojos azules.
Intenté entender esas palabras. Y la miré fijamente. ¿Quien era esa muchacha? ¿De dónde había salido? ¿Qué hacía ahí y qué quería?
No medía ni la mitad de mí. Y aún así, ahí me tenía, atrapado.
-Eres un dragón hermoso. Te ví llegar volando y decidí subir a verte de cerca. No sé a donde vas, pero necesito que me lleves contigo.
Mi cara de asombro debió ser tal que frunció el ceño, me miró desafiante y dijo:
-Por favor, tengo que irme de aquí.
-No puedo llevarte -le contesté. Realmente quería llevarla, pero no debía. Ni siquiera estaba bien que hablara con ella.
La muchacha en ese momento dejó de mirarme, posó la vista al horizonte y se sentó en la hierva abrazándose las rodillas y hundiendo la cabeza entre ellas. No podía por más que sentirme mal. Pero era lo correcto. Así que muy a mi pesar retrocedí lo justo para coger impulso y desplegar mis alas. Y me marché de ahí.
Volé y volé, rabioso y lleno de furia. ¿Por qué siempre hacer lo correcto?
Los dragones no deben hablar con los humanos. Años atrás casi nos llevaron a la extinción. Pocos éramos ahora y habíamos sobrevivido gracias a volar de noche y no llamar la atención. Pero esa chica, esa chica no era un humano normal. Había algo en ella que no podía sacarme de la cabeza. Debía volver.
Para cuando llegué otra vez al monte. El sol ya estaba en todo lo alto. Y ella seguía ahí.
Asombrado le pregunté;
-¿Por qué sigues aquí?
-Porqué sabía que volverías.
-¿Y si no llego a hacerlo?
-Te hubiera seguido esperando. Te soñé, sabía que un día llegarías.
No podía parpadear del asombro de sus palabras y tuve que preguntarle:
-¿Por qué quieres huir de aquí?
-Eso no es lo importante -me increpó-, lo importante es que debemos estar juntos.
-Espera, espera -esta vez la interrumpí, yo-. ¿Quieres que crea que tengo que irme contigo, por que tú tuviste un sueño?
-Sí. No puedo decirte mi nombre. Pero si puedo explicarte el propósito de mi partida. Debo llegar a Catrice. Y ahí demostrar que sangre corre por mis venas -se quedó mirándome como esperando alguna pregunta que yo no hice y no porque no quisiera hacerla ,sino, porque estaba intentando escucharla y no perderme en sus ojos mientras me hablaba.
Reaccioné y le dije;
-No entiendo nada.
-Confía en mí, algún día podré explicártelo. Sólo debes saber que estamos destinados a estar juntos.
Aún no sé porqué decidí poner mi vida en manos de esa pequeña muchacha. Y partimos juntos al norte. Ella subida a mi lomo, agarrada a mis púas sin decir palabra. Así pasamos todo el día. Al atardecer descendí sobre una colina. Y al posarme me di cuenta que estaba dormida. Lentamente y para no despertarla me tumbé y descansé con ella encima mío.
El estómago me rugía de hambre. Habían sido muchas horas de vuelo sin descansar, ni parar. Y notaba el resultado de ese abuso. Todo eso esperando que mis ruidos no la despertaran.
La luna brillaba cuando la noté moverse.
De un salto bajó de mí.
-Hola. Lo siento. Llevaba muchos días sin dormir bien, preocupada y buscándote -me explicó. Y creo que cuando he conseguido estar contigo he encontrado la paz. He podido por fin descansar y no pensar en nada.
Me gustaron esas palabras. Y hubiera sonreído, si los dragones sonrieran. Pero la miré dulcemente. Y mi estómago sonó.
Ella rio.
-Creo que deberíamos comer algo.
-Sí, voy a buscar algo -Le contesté.
Volví al cabo de un rato con una oveja. No sabía si a ella le gustaría, pero tampoco es que hubiera muchas más opciones.
Llevaba al animal muerto entre mis dientes y lo solté en el suelo. Ella me miró y no dijo nada.
-Aléjate un poco -le pedí.
Ella retrocedió con una cara muy curiosa.
Al verla lo suficiente lejos. Abrí mi boca y con mi fuego incendié la oveja poco a poco.
La cara de la muchacha no tenía precio. Entre alucinada y riendo.
-La cena está lista. ¿Gustas?
-Por supuesto -me contestó y vino a sentarse al lado del animal. Cogió una pata del animal. La miró le quitó la piel y se la comió como si hiciera semanas que no probaba bocado- . Gracias.
-No hay de que -le contesté.
Y cenamos en silencio. Echándonos furtivas miradas de vez en cuando.
Necesitaba descansar, pero también necesitaba muchas respuestas.
-Me dijiste que no me darías tu nombre. Pero entonces; ¿Cómo debo llamarte?
Ella pensó un instante y me preguntó:
-¿Cómo te llamas tú?
-Blå øjne -le contesté.
-¿Tiene algún significado?
-Aquí la pregunta la había hecho yo desde el principio -le espeté.
Ella rio.
-Lo sé, pero si me dejas acabar lo entenderás -me explicó.
-Sí, los nombres que se le otorgan a un dragón siempre tiene relación con algo físico que lo caractericé -le contesté-, en mi caso; ojos azules.
-Eso era lo que me explicó mi madre -me contó-. De pequeña mi madre siempre me contaba historias de dragones, caballeros y princesas. Quizás para que me fuera haciendo a la idea. Pero ese no es el tema ahora -se interrumpió-. Ponme tú un nombre como a los dragones. El que tú quieras.
Me quedé pensando un buen rato. Ella tenía ya cara de disgustada por la espera.
-Honning øjne -contesté al fin.
-Tradúceme eso, por favor.
-Ojos de miel.
Si los dragones se ruborizaran lo hubiera hecho. Me miró con una cara que no podría definir. Y la luz de la luna le dió un brillo especial a aquellos ojos.
-Gracias -me sonrió.
-¿Gracias por qué?
-Por acompañarme, sin hacer preguntas, sin miramientos, sólo por que te lo pedí.
¿Cómo podría no haberla acompañado? ¿Cómo podría haberla dejado sola allí arriba? ¿Cómo podría haberle negado cualquier cosa? Por supuesto no le dije nada de eso, solo contesté:
-No hay de qué.
Los siguientes días transcurrieron deprisa. Viajábamos hacia el norte, de día yo volaba alto para no ser visto. Fuimos haciéndonos buenos compañeros de viaje. Yo conseguía la comida. Y ella tenía la habilidad de llenar los espacios de silencios incómodos con alguna pregunta.
-¿Conoces a otros dragones?
-Sí, claro. No es que los vea a menudo, pero sí.
-¿Cuántos dirías que sois ahora mismo?
-Yo diría -me quedé pensando-, que unos ciento y poco.
-¿Hay dragonas?
-Sí, por supuesto -me reí-. Deja ya de preguntar tanto.
-Perdona, es que me interesa mucho todo ese tema.
-¿Por qué? -Le pregunté yo esta vez.
-Me parecéis unas criaturas apasionantes. Mírate -me señaló-. Eres enorme. Tienes unos ojos que ni el mar en el mejor día consigue ese azul tan bonito. Tus escamas brillan a la luz del sol como zafiros. Vuelas. Hablas. Echas fuego -se rió-. Y sé que tienes un buen corazón.
Me quedé impresionado con tanto halago, nunca nadie me había descrito de aquella manera.
-Gracias -Le contesté.
-¿Gracias, por qué?
-Porque desde que te conozco, no me siento mal por ser un dragón. Me siento útil al poderte llevar a donde quieres llegar, me das una compañía que nunca había tenido y mucho menos imaginado.
-Es lo mínimo que puedo hacer por ti. Aunque no entiendo eso que has dicho de sentirte mal por ser un dragón.
-Desde que era una cría me han enseñado a esconderme, a no hacerme notar, a no mezclarme con humanos -le contesté.
-Bueno eso ya es el pasado. Yo soy humana y te admiro. Y no quiero que te escondas, quiero que estés orgulloso de ser lo que eres y sobretodo de ser como eres -me clavó su mirada y me sonrió.
-Lo que a mi me gustaría que me contaras es qué és lo que vamos a hacer al norte.
-Supongo que ya és hora de darte alguna explicación -me dijo. Pero creo que ya será mañana por la mañana. Estoy cansada y tengo sueño. Y es una historia larga.
Se acercó y apoyó su cabeza sobre mí, recostándose a mi lado.
-Buenas noche, mi dragón.
Sólo tragué saliva y no dije nada.

El día amaneció nublado y a lo lejos se intuía tormenta.
-Creo que hoy no podremos avanzar mucho -le dije.
Ella oteó el horizonte y asintió.
-Pues será un buen día para contarnos historias -sonrió-. Empezaré yo:
-¿Sabes cuál la montaña anhelada?
-¿La montaña prohibida, dices? -le respondí.
-Sí, así también la llaman. Sobre esa montaña existen miles de historias y leyendas. Todas con una cosa en común que el que va ahí no vuelve.
Asentí con la cabeza. Había oído varias historias sobre ese lugar.
-Pues yo sé una, necesito averiguar si es verdad y, si es así, cumplir una profecía. Dicen que allí arriba vive una criatura que no quiere ser molestada. Una criatura que muchos han puesto nombre o cara. Pero yo no. Yo sólo sé que espera ahí a ser lo suficientemente fuerte para acabar con todo. Con todo el verde de nuestro mundo, con el bonito cantar de un pájaro, con el salto de un pez en un rio, con el brillo del sol sobre el rocío al amanecer. Con la risa de un niño corriendo con sus amigos. Con todo lo que conocemos, con todo lo bonito y feliz. Para llenarlo de oscuridad.
-Había oído esa historia. No digo que no te crea o que no la crea -le contesté-, pero que se supone puedes hacer tú contra eso.
-Yo sola no, los dos.
Tuve que reírme.
-Sola o conmigo. No creo podamos hacer nada.
Ella se puso de pie. Y se arremango el brazo derecho. Justo en la muñeca tenía una marca, una marca que me era conocida. Era una llama azul en espiral haciendo tres círculos.
-¿Dónde la tienes tú? -me preguntó.
Alcé mi ala derecha y la estiré.
-Justo debajo del ala, en el costado del torso ¿La ves?
Ella se acercó y pasó su mano izquierda sobre ella. Al tocarla ambas marcas se iluminaron por un momento y un escalofrío me recorrió de arriba abajo.

-Nunca he sabido porqué tenía ahí esa marca, pensaba que era algo de dragones -le expliqué.
-No es cosa de dragones -me contestó-. Cuando era pequeña esa marca era simplemente una pequeña mancha azulada. Al crecer fue cambiando. Cambiando y retorciéndose hasta lo que es hoy. Y el día que te vi se volvió aún más azul. Justo el mismo azul de tus ojos. Mi madre me explicó que esta marca era mi destino que me llevaría hasta ti.
-¿Tú madre te dijo que buscaras un dragón con esa marca?
-No. Ojala me lo hubiera puesto tan fácil. Ella sólo me dijo que buscase su significado, que en alguna parte había otro ser con la misma marca y tarde o temprano el destino nos uniría. Decidí investigar... y resumiendo llegué hasta esa colina ese día y te encontré.
Me quedé un buen rato callado y pensando. Sin entender mucho todo aquello y entendiéndolo todo a la vez.
-¿Cuál es el primer recuerdo que tienes?
Me sorprendió su pregunta, pero contesté:
-Déjame hacer memoria... Recuerdo una pobre granja. Y yo durmiendo en un cobertizo.
-¿Ese es tu primer recuerdo como dragón?
-Realmente no -le contesté, sorprendido.
-¿Eras un dragón ahí? Haz memoria -me exigió.
Me esforcé, cerré los ojos y visualicé ese recuerdo.
-¡No! Tengo manos. Tengo manos humanas -repetí.
Asustado retrocedí de ella.
-Un día fuiste humano y dentro de ti lo sigues siendo -me explicó. Sé que te será difícil entenderlo y asimilarlo. Pero es la verdad. Y lo que tengo que contarte a parte de esto no te va a gustar.
Necesitaba alejarme. Salir de ahí. Necesitaba pensar sin escucharla. Volé y volé lo más alto que pude. Más arriba, cada vez más. El aire me faltaba y las fuerzas me fallaban. Caía en picado. Dando vueltas. Y ahí en ese momento vi sus ojos mirarme llorando. Totalmente amarillos y encharcados en lágrimas. No podía hacerle esto.
Volví en mí, no sin esfuerzo. Y volví a ella.
Después de posarme a su lado y respirar hondo varias veces la logré mirar a los ojos. Unos ojos humedecidos y enrojecidos.